admin   /   enero 7, 2020

PALABRA RECTORA 2020

Año de la visión perfecta, mirando mas allá de lo que otros no pueden ver.

 A mis amados hijos, compañeros del ministerio; para ustedes esta palabra. Retengamos lo bueno y examinemos todo a la luz de la Palabra de Dios. Ha finalizado el 2019 y es tiempo de hacer balance sobre aquellas metas que nos establecimos, en lo que por gracia recibimos y humildemente presentamos los doce meses del año, con sus trescientos sesenta y cinco días, en ayuno, oración y clamor, donde se nos reveló acerca de las cosas que sucederían. Observemos detenidamente los acontecimientos que se desataron en el mundo y, especialmente, en nuestro país -para todos los que somos locales-, y comprobaremos cómo se cumplió la palabra dada desde un principio en el calendario profético, a través de la cual fuimos exhortados, alentados y dirigidos a mirar lo bueno, y donde comprobamos el obrar poderoso de Dios sobre nuestras vidas y cómo Él nos dio victoria en cada paso que dimos.

Para los locales, aquellos que estamos en Argentina: Iniciamos, inspirados por el Espíritu Santo (les escribo esto con mucho temor y reverencia), el comienzo profético.

En los tiempos de Daniel hubo gente reflejada en la cuarta bestia que quiso cambiar las leyes y los tiempos (Daniel 7:25). De la misma forma, en estos últimos años se levantaron muchos para cambiar las leyes y los tiempos, pero la gloriosa Iglesia de Cristo se puso de pie, salió de los templos y proclamó el nombre del Señor, haciendo cambiar los planes maléficos de aquellos que tenían las manos manchadas con sangre. Sufrimos el escarnio, la burla, la crítica y la discriminación de los de “afuera”, y de unos pocos de “adentro”, que no entendieron. Estos son aquellos de la visión borrosa -que abordaré en párrafos posteriores-; son hermanos en la fe, que no son malos, pero que no pueden ver lo que no entienden y que no están dispuestos a pagar el precio. Su visión es la de criticar, tal como aquellos que se opusieron a Nehemías en la gran obra de restaurar los muros de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de esto, somos muchos los que hemos permanecido y no hemos vuelto atrás (Hebreos 10:38). Tenemos bien en claro que, hasta la segunda venida de Cristo, esto será así: Cumpliremos nuestro rol profético de predicar el Evangelio hasta lo último de la tierra.

Los de “afuera” son aquellos hijos de Dios, nuestros hermanos, con los cuales no debemos contender, porque ellos no son nuestro problema, sino el inferno que atenta contra los que somos hijos de Dios. Los de “afuera” nos envidian; y aunque esa envidia no se encuentra en el espíritu (entendiendo al hombre como un ser tripartito, compuesto por un cuerpo, el estuche; un alma, nuestros pensamientos; y un espíritu, lo que realmente somos), como son seres almáticos, la envidia se manifiesta en el alma y se expresa a través del estuche, su boca. Estos son los de la visión borrosa, que aparecen representados en la figura del ciego que fue sanado por Jesús. Marcos 8:22-26 nos dice que el Señor, tomándole de la mano, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si podía ver algo. El verso 24 nos dice que el ciego respondió que veía de forma borrosa, veía a los hombres como árboles que iban y venían, pero sin conocer la razón de los tiempos y el motivo por el que se movían. No obstante, después del segundo toque milagroso de Jesús, el ciego comenzó a ver de lejos y claramente. De la misma forma, los de “afuera” son como el ciego que veía de forma borrosa, porque no entienden la filosofía de los hombres, sus luchas, sus dolores, sus pesares, etc. Pero nosotros estamos viendo de lejos y claramente lo que se viene. Con respecto a esto, quiero alentar a toda la Iglesia de Cristo, al ministerio evangelístico Cita con la Vida y a todos nuestros hermanos de buena voluntad, que creen en esta palabra profética, que vienen tiempos fascinantes y hermosos de parte de Dios para todos nosotros, pero debo advertirles que las cosas en el mundo se van a poner peores. Hemos sido sacudidos en los últimos días del 2019 con asesinatos selectivos de líderes de países que persiguen al cristianismo; hemos visto, sin querer entrar en cuestiones políticas, cómo el mundo está convulsionado y cómo se agigantan los pasos hacia el enfrentamiento de reinos contra reinos, y naciones contra naciones. Hemos sido testigos de grandes fenómenos naturales, como incendios devastadores, terremotos y huracanes que han azotado grandes regiones, causando desastres incalculables. Pero, a pesar de todo, como dicen las Escrituras, “aún no es el fin” (Mateo 24:6).

Por eso quiero alentarles a seguir predicando, a seguir trabajando para el reino de Dios, mirando de lejos todo lo que el Señor va a hacer en este tiempo. La Iglesia de Cristo será protegida y crecerá como nunca antes creció, y todos aquellos que fueron fieles en el 2019, a los que pagaron el precio, a los que pusieron la cara, el corazón, las manos y los pies para recorrer las calles, las plazas, los barrios y las avenidas para predicar de Cristo, a todos los que depositamos nuestro dinero y recursos en afiches, propagandas, manifiestos, en los diarios y la televisión, a todos ellos quiero profetizarles que les va a ir bien, como dice Isaías 3:10. No se dejen vencer por espíritus de desánimo, por gente y hermanos en la fe que quieren desalentarlos y desenfocarlos. No se trata de gente mala, sino de hermanos que no entienden, y como no entienden, no se los puede obligar. Solamente nuestra oración y nuestro clamor pueden hacer que sus ojos sean abiertos. Aunque seremos testigos de grandes enfrentamientos entre naciones y entre reinos, no bajemos lo brazos, porque la Iglesia de Cristo emergerá triunfante y la obra misionera se destrabará de una manera sobrenatural. Aunque en Argentina no se nos permita enviar dólares a los misioneros -problema que tuvimos que enfrentar años anteriores, del cual Dios no ha dado la victoria-, ningún misionero volverá por falta de dinero. ¡Dios lo hizo antes y lo hará nuevamente!

Quiero alentaros a comenzar este 2020 con fe y gran entusiasmo. Salgan por las calles, golpeen las puertas, copen las plazas y hagan campañas. Que en cada manzana del barrio, ciudad o localidad donde se encuentren, se abra un grupo de crecimiento, una casa iglesia que predique a Cristo, que sea de testimonio para los vecinos, se ocupe de orar por ellos y de velar por la salvación de las familias. Utilicemos las redes sociales y los medios de comunicación que tengamos a nuestro alcance para interceder los unos por los otros y cubrirnos en oración. El 2019 fue un año de ataque contra las familias de los pastores de la Iglesia, sin embargo, llegamos en victoria y ninguno volvió atrás. Podremos caer, pero jamás volver atrás, porque el que cae o tropieza, se levantará, pues siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse (Proverbios 24:16), no obstante, el que vuelve atrás desagrada al Señor (Hebreos 10:38). El diablo no se preocupa si caemos, lo que busca es que volvamos atrás, pues sabe que si caemos, el Señor nos levantará, pero que si volvemos atrás, no tendremos retorno. Por eso, jamás volvamos atrás y pongamos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

En este año veremos una gracia sobrenatural que vendrá sobre los líderes competentes de la Iglesia, sobre aquellos competentes del nuevo pacto, que con santidad y temor reverente no se avergüenzan ni bajan la cabeza ante los poderes terrenales visibles y ante los poderes fácticos, sino que hablan la palabra profética y predican a Cristo. A razón de esto, les exhorto a mis hermanos queridos que están involucrados en el quehacer político, especialmente aquellos involucrados en nuestra escuela de gestión de buen gobierno iniciada hace poco tiempo, a comprometerse, pero también a tener cuidado con el poder terrenal, porque es astuto y querrá seducirles y engañarles. No descuiden su labor en el parlamento, en la cámara de senadores, en la cámara de diputados, porque los necesitamos en estos lugares, independientemente del partido político que representen, entendiendo que todos somos cristianos y que somos hijos de un mismo Padre, nuestro Dios. Él nos ha llamado a ser testimonio en todo lugar, no solo en el campo de la política, sino también en el campo de la ciencia, de la cultura, de las artes, etc. Sé muy bien que este llamado es para revolucionarios, por eso aliento a los que se están comprometiendo, como a los que ya están involucrados, a no bajar la guardia y a seguir adelante. También aliento a los llevan a cabo la importante labor de administrar el dinero de los santos, para que lo hagan con temor de Dios, completa santidad y sabiduría. Declaro que habrá una multiplicación de dinero. No le crean al diablo, no le tengan miedo a la suba del dólar, a las medidas económicas o a los ajustes, créanle a Dios con todo el corazón. Quiero darles una palabra de Dios poderosa: “…y darás el dinero por todo lo que deseas, (…) y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia” (Deuteronomio 14:26). Asimismo, el Señor Jesucristo nos enseñó que “hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24). Además, Él nos dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13).

Así que nos alentamos los unos a los otros, siempre como una gran familia, pero también como un cuerpo espiritual que tiene como meta  alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13). No rompamos la unidad, establezcamos puentes, y si hay algo en el corazón, alguna diferencia, los exhorto a que tomen la iniciativa, pidan perdón y lleven una ofrenda de paz, y de esta forma se les abrirán las puertas de los sobrenatural sobre sus vidas. Dejen de lado los prejuicios culturales y denominacionales, pues esto solo demora y retiene la manifestación de los hijos de Dios. No importa cuál fuere la denominación, todos debemos trabajar unidos y predicar el Evangelio de Cristo hasta lo último de la tierra, y entonces vendrá el fin.

Al terminar el 2019 y dar inicio al 2020, miles de personas en nuestro templo y en las iglesias satélites, en distintas partes del mundo, entonamos la bella canción “Ebenezer, hasta aquí nos ayudó el Señor”. Así se llamó la piedra que Samuel colocó entre Mizpa y Sen, después de que Dios librara a su pueblo de la mano de los filisteos, de los que no se halló más memoria desde aquel entonces (1 Samuel 7:12). Sabemos que tenemos una gran lucha por delante, sabemos que no será un año fácil y que nos espera por delante un camino angosto, pero no debemos dejar de trabajar, de luchar y de predicar la Palabra de Dios. Debemos volver a las sendas antiguas y tomar el ejemplo de la Iglesia primitiva, y aún de aquellos santos del antiguo pacto, que eran sombra y figura de lo que estaba por venir. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra que, en los tiempos de la Iglesia primitiva, se convirtió el poder político, el poder religioso y grandes multitudes llegaron a los pies de Cristo. Cobremos ánimo, en el nombre del Señor Jesucristo, porque tenemos un calendario profético por delante. Veremos la confusión de este mundo, y de muchos que han rechazado a Cristo, habrá mucho dolor y lamentación por haber dejado al Señor de lado, habrá gente que no podrá ver por falta de visión, debido a que Dios cegará los ojos de su entendimiento para que no les resplandezca la luz del Evangelio, no obstante, Apocalipsis 1:7 dice que “todo ojo le verá”, cuando Cristo vuelva en poder. Aunque muchos verán un día, se llenarán de temor y espanto, (Apocalipsis 6:16), y querrán escapar de la ira de Dios, pero no podrán esconderse. Pero los que vemos, quizá en un principio de manera borrosa, “viendo los hombres como árboles”, sin entender el propósito divino, pero que hemos permanecido siendo fieles, ahora, en el tiempo de la visión perfecta, se nos aclarará la visión para emprender nuevos desafíos y para cumplir con el propósito que Dios nos ha encomendado. La Roca, aquella que desecharon los edificadores, no caerá sobre nosotros y nos desmenuzará, sino que seremos de los que caerán sobre la Roca que es Cristo y que permanecerán para siempre sobre esta (Mateo 24:42-44).

¡Declaramos que el 2020 será un año de retribución gloriosa, donde recuperaremos todo lo invertido, todo lo sembrado, pero también todo lo perdido! Joel 2:25-26 dice: “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado”. ¡El 2020 será un año de gran retribución para todos lo que fielmente hemos sembrado y trabajado a favor del reino de Dios!


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